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viernes, 3 de octubre de 2014

Redención de cautivos cristianos: el caso de Pedro Crespillo. Año 1632.

 
Pedro Crespillo [ de la Puebla ] nacido en 1607, natural y vecino de Écija, trabajador del campo, era hijo de Pedro Fernández Crespillo y de María de la Puebla, ambos vecinos de la ciudad astigitana.
Hacia el año 1626-27 debió organizarse en Écija un levantamiento de soldados para acudir en ayuda de las posesiones que la monarquía de Felipe III tenía en las costas de Marruecos. No era la primera vez que Écija aportaba soldados para sostener la política exterior de España en el Norte de África, y más concretamente, para la defensa de La Mámora.  Tal vez, Pedro Crespillo junto con varios vecinos de Écija y de pueblos próximos, como el caso de Carmona, se alistó como voluntario para formar parte del ejército de infantería, y poder obtener así algún dinero como soldado de su magestad. En un momento en que todavía el sistema de reclutamiento era más o menos voluntario, el obtener los soldados necesarios para una empresa militar era una labor ardua por la dificultad de reunir el número suficiente de hombres. Era frecuente que los capitanes nombrados por el rey para levantar dicho contingente, dispusiera de oficiales que recorrían los pueblos de su distrito con el fin de buscar varones para completar el número necesario de la compañía.
¿Cuál sería la razón que llevó a nuestro protagonista inscribirse en el ejército?. Probablemente las necesidades económicas llevó a Pedro a obtener los ingresos necesarios que el campo no le ofrecía. En ocasiones los reclutadores preferían acudir a lugares con tierras buenas, fértiles y populosas donde los excedentes de la mano de obra fueran posibles. Pedro debió encontrarse en esos momentos sin trabajo en el campo y con dificultades económicas lo que le llevó a su ingreso en el ejército. Los pocos soldados reclutados debieron trasladarse, desde Écija junto con el resto de la compañía, hacia la ciudad de Cádiz. Allí se embarcaría en las llamadas "galeras de España".
 
 
Dibujo de una galera del S. XVII-XVIII
 
Tras la travesía del Estrecho, partieron hacia el sur de la ciudad de Larache. La misión era defender los territorios de La Mámora.
Sin embargo su destino sería otro, una húmeda mazmorra de la antigua alcazaba llamada de Salé.
Fue en la defensa de esta plaza cuando Pedro Crespillo, junto con otros soldados embarcados en una de estas viejas galeras, fue hecho prisionero por los moriscos de la alcazaba de Salé. Pedro se encontraba en la barra de La Mámora, cuando su embarcación encalló en un banco de arena. En esta circunstancias y estando a merced del enemigo que los rodeaba, fue capturado junto con el resto de soldados y marineros.
 

Plano de la fortaleza de La Mámora

Probablemente el episodio tuvo lugar entre 1626-1627. Existen algunas referencias en la historiografía en la que se comenta la noticia de la pérdida de dos galeras en este último año.
Toda la información acerca de la liberación de estos cristianos cautivos en el Norte de África, las peripecias del viaje, y toda una serie de detalles del mismo, aparecen en los llamados libros de redenciones, recopilados por los frailes trinitarios, sus liberadores, que efectuaron más de una veintena de viajes a Berbería a lo largo del S. XVII, y fuente utilizada por nosotros para redactar estas líneas.
El destino de todos los cautivos capturados era el permanecer recluidos hasta su rescate, que consistía en el pago de cierta cantidad de dinero y especie por parte de instituciones o particulares procedentes de España. El sistema utilizado era el del canje. Sin embargo, la situación de cada uno de ellos era más que incierta y, en muchos casos, la mayoría no regresó. A las penosas condiciones de vida, y a la espera del posible rescate se les unía las enfermedades y las bajas por efecto de las epidemias. Se rescataron más de un millar de cautivos originarios de España y de otros países. Además de soldados, se liberaron personas de diversa condición económica y social, como religiosos, pescadores, comerciantes, pastores, o simplemente, viajeros que volvían de las Indias. Aunque la mayoría de los encarcelados eran hombres, también era frecuente encontrar a mujeres y niños. Uno de los integrantes de estas listas de cristianos redimidos fue el protagonista de este artículo, Pedro Crespillo, que junto con otros soldados, algunos de Écija, de Sevilla y otras localidades, formaron parte del grupo de los cautivos redimidos de Salé en 1632. 
Pedro permaneció prisionero cinco años y medio, un tiempo bastante largo para poder resistir en las duras condiciones en las que se encotraban los encarcelados, probablemente su juventud, 25 años de edad, y su buen estado de salud, se lo permitió. Fue Fray Sebastián de la Madre de Dios, de la Orden de los Descalzos de la Trinidad, el encargado de la redención que se llevó a cabo en agosto de ese último año. En el número 39 del total de 51 cautivos redimidos, aparece la inscripción correspondiente a Pedro Crespillo con la siguiente información:

39. Pº Crespillo. 2.720 Reales.
Rescatose Pedro Crespillo, natural de la ciudad Ecija, de 25 años de edad, hijo Pedro Fernández Crespillo y María de la Puebla, hace cinco años y medio que fue cautivado en la barra de la Mamora en las galeras de España a que iban a dar socorro a dicha plaza yendo por soldado en ellas. Todo este tiempo lleva cautivo en la Alcazaba de Sale, en poder de Amet Hezote con el cual el padre redentor concertó su rescate en 2720 reales, la una parte en plata doble, y las dos en haciendas de bonetes y paños belartes, palmillas y cochinillas. Pagados en Larache, y en fe de ello, lo firmé con el dicho redentor. Fray Sebastián de la Madre de Dios y Tomás de Carrero, escribano.
Realizadas las diligencias necesarias con las autoridades musulmanas, y concluido el canje, los padres redentores iniciaron el viaje de regreso a España, no sin algunas penalidades. Así podemos constatar por el libro de la redención, como la partida desde la fortaleza de La Mámora hasta Larache, en dos barcos en los que se encontraban los cautivos junto a los religiosos y el escribano, se vieron sorprendidos por una fuerte tempestad en medio del mar. Ninguno de los cautivos liberados pereció en la tormenta, y todos, según nos cuentan los frailes, llegaron sanos y salvo a su destino.
Una vez en España, los padres trinitarios organizaron el viaje de regreso hasta Sevilla desde la ciudad de Tarifa, el 26 de septiembre de ese último año.
 
Todas las empresas de la redención terminaban en la capital hispalense con una procesión por las principales calles de la ciudad, donde el padre redentor y los demás religiosos, caminaban en fila junto a los cautivos liberados. Aunque los padres redentores continuaban después su marcha hasta Madrid, lugar donde concluía la empresa de la redención, será en la capital andaluza donde entregaban a los cautivos los correspondientes autorizaciones. Se trataría de pasaportes o salvoconductos con el sello de la redención que les permitía transitar por los caminos sin peligro de ser nuevamente apresados por las autoridades, y poder volver a sus lugares de origen. Con ropa y calzado proporcionado por el padre prior, Pedro Crespillo, junto con el resto de los cautivos, decidió volver a Écija.
Nuestra fuente de información son los libros de redención de cautivos cristianos elaborados por los frailes de la Santísima Orden de la Trinidad, llevada a cabo a lo largo del siglo XVII. Archivo Histórico Nacional. Códices. Libro Nº 127.

 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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