Pedro Crespillo [ de la Puebla ] nacido en 1607, natural y vecino de Écija, trabajador del campo, era hijo de Pedro Fernández Crespillo y de María de la Puebla, ambos vecinos de la ciudad astigitana.
Hacia el año 1626-27 debió organizarse en Écija un levantamiento de soldados para acudir en ayuda de las posesiones que la monarquía de Felipe III tenía en las costas de Marruecos. No era la primera vez que Écija aportaba soldados para sostener la política exterior de España en el Norte de África, y más concretamente, para la defensa de La Mámora. Tal vez, Pedro Crespillo junto con varios vecinos de Écija y de pueblos próximos, como el caso de Carmona, se alistó como voluntario para formar parte del ejército de infantería, y poder obtener así algún dinero como soldado de su magestad. En un momento en que todavía el sistema de reclutamiento era más o menos voluntario, el obtener los soldados necesarios para una empresa militar era una labor ardua por la dificultad de reunir el número suficiente de hombres. Era frecuente que los capitanes nombrados por el rey para levantar dicho contingente, dispusiera de oficiales que recorrían los pueblos de su distrito con el fin de buscar varones para completar el número necesario de la compañía.
¿Cuál sería la razón que llevó a nuestro protagonista inscribirse en el ejército?. Probablemente las necesidades económicas llevó a Pedro a obtener los ingresos necesarios que el campo no le ofrecía. En ocasiones los reclutadores preferían acudir a lugares con tierras buenas, fértiles y populosas donde los excedentes de la mano de obra fueran posibles. Pedro debió encontrarse en esos momentos sin trabajo en el campo y con dificultades económicas lo que le llevó a su ingreso en el ejército. Los pocos soldados reclutados debieron trasladarse, desde Écija junto con el resto de la compañía, hacia la ciudad de Cádiz. Allí se embarcaría en las llamadas "galeras de España".
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Dibujo de una galera del S. XVII-XVIII |
Tras
la travesía del Estrecho, partieron hacia el sur de la ciudad de
Larache. La misión era defender los territorios de La Mámora.
Sin
embargo su destino sería otro, una húmeda mazmorra de la antigua
alcazaba llamada de Salé.
Fue
en la defensa de esta plaza cuando Pedro Crespillo, junto con otros
soldados embarcados en una de estas viejas galeras, fue hecho
prisionero por los moriscos de la alcazaba de Salé. Pedro se
encontraba en la barra de La Mámora, cuando su embarcación encalló
en un banco de arena. En esta circunstancias y estando a merced del
enemigo que los rodeaba, fue capturado junto con el resto de soldados
y marineros.
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Plano de la fortaleza de La Mámora |
Probablemente el episodio tuvo lugar entre 1626-1627.
Existen algunas referencias en la historiografía en la que se
comenta la noticia de la pérdida de dos galeras en este último año.
Toda
la información acerca de la liberación de estos cristianos cautivos en el Norte de África, las peripecias del viaje, y toda una serie de
detalles del mismo, aparecen en los llamados libros de redenciones,
recopilados por los frailes trinitarios, sus liberadores, que efectuaron más de una veintena de
viajes a Berbería a lo largo del S. XVII, y fuente utilizada por
nosotros para redactar estas líneas.
El
destino de todos los cautivos capturados era el permanecer recluidos
hasta su rescate, que consistía en el pago de cierta cantidad de
dinero y especie por parte de instituciones o particulares
procedentes de España. El sistema utilizado era el del canje. Sin
embargo, la situación de cada uno de ellos era más que incierta y,
en muchos casos, la mayoría no regresó. A las penosas condiciones
de vida, y a la espera del posible rescate se les unía las
enfermedades y las bajas por efecto de las epidemias. Se
rescataron más de un millar de cautivos originarios de España y de
otros países.
Además
de soldados, se liberaron personas de diversa condición económica y
social, como religiosos, pescadores, comerciantes, pastores, o
simplemente, viajeros que volvían de las Indias. Aunque la mayoría
de los encarcelados eran hombres, también era frecuente encontrar a
mujeres y niños.
Uno de los integrantes de estas listas de cristianos redimidos fue el
protagonista de este artículo, Pedro Crespillo, que junto con otros
soldados, algunos de Écija, de Sevilla y otras localidades, formaron
parte del grupo de
los cautivos redimidos de Salé en 1632.
Pedro
permaneció prisionero cinco años y medio, un tiempo bastante largo
para poder resistir en las duras condiciones en las que se encotraban
los encarcelados, probablemente su juventud, 25 años de edad, y su
buen estado de salud, se lo permitió. Fue Fray Sebastián de la
Madre de Dios, de la Orden de los Descalzos de la Trinidad, el
encargado de la redención que se llevó a cabo en agosto de ese
último año. En
el número 39 del total de 51 cautivos redimidos, aparece la
inscripción correspondiente a Pedro Crespillo con la siguiente
información:
39. Pº Crespillo. 2.720 Reales.
39. Pº Crespillo. 2.720 Reales.
Rescatose
Pedro Crespillo, natural de la ciudad Ecija, de 25 años de edad,
hijo Pedro Fernández Crespillo y María de la Puebla, hace cinco
años y medio que fue cautivado en la barra de la Mamora en las
galeras de España a que iban a dar socorro a dicha plaza yendo por
soldado en ellas. Todo este tiempo lleva cautivo en la Alcazaba de
Sale, en poder de Amet Hezote con el cual el padre redentor concertó
su rescate en 2720 reales, la una parte en plata doble, y las dos en
haciendas de bonetes y paños belartes, palmillas y cochinillas.
Pagados en Larache, y en fe de ello, lo firmé con el dicho redentor.
Fray Sebastián de la Madre de Dios y Tomás de Carrero, escribano.
Realizadas
las diligencias necesarias con las autoridades musulmanas, y
concluido el canje, los padres redentores iniciaron el viaje de
regreso a España, no sin algunas penalidades. Así podemos constatar
por el libro de la redención, como la partida desde la fortaleza de
La Mámora hasta Larache, en dos barcos en los que se encontraban los
cautivos junto a los religiosos y el escribano, se vieron
sorprendidos por una fuerte tempestad en medio del mar. Ninguno de
los cautivos liberados pereció en la tormenta, y todos, según nos
cuentan los frailes, llegaron sanos y salvo a su destino.
Una
vez en España, los padres trinitarios organizaron el viaje de
regreso hasta Sevilla desde la ciudad de Tarifa, el 26 de septiembre
de ese último año.
Todas
las empresas de la redención terminaban en la capital hispalense con
una procesión por las principales calles de la ciudad, donde el
padre redentor y los demás religiosos, caminaban en fila junto a los
cautivos liberados. Aunque
los padres redentores continuaban después su marcha hasta Madrid,
lugar donde concluía la empresa de la redención, será en la
capital andaluza donde entregaban a los cautivos los correspondientes
autorizaciones. Se trataría de pasaportes o salvoconductos con el
sello de la redención que les permitía transitar por los caminos
sin peligro de ser nuevamente apresados por las autoridades, y poder
volver a sus lugares de origen. Con ropa y calzado proporcionado por
el padre prior, Pedro Crespillo, junto con el resto de los cautivos,
decidió volver a Écija.
Nuestra fuente de información son los libros de redención de cautivos cristianos elaborados por los frailes de la Santísima Orden de la Trinidad, llevada a cabo a lo largo del siglo XVII. Archivo Histórico Nacional. Códices. Libro Nº 127.
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